Permitidme de nuevo entrar en vuestro universo. Soy consciente, que nunca pisé como murguero para cantar vuestro templo, el Teatro. No por ello dejo de profesar y respetar vuestra religión, la cual me gusta y sigo.
Siempre
desde el respeto a esas reglas no escritas que tiene. Observando, escuchando,
aprendiendo, dejándome llevar, en silencio; para después contarlo.
Repito,
seguidor, desde muy pequeño, hasta peregriné junto a vosotros, por varios
templos, en aquellos años de concurso tan itinerante.
Por
eso con vuestro permiso, voy a cruzar de nuevo ese umbral, a vuestro particular mundo y cielo, a vuestro universo murguero.
Ese
universo, de libretos de letristas, en el que plasman y se afanan sacar sus
letras; desde ese taller tan íntimo y tan interior, de donde salen las rimas y
versos de pasodobles. La gracia y picaresca de un cuplé. El remate del
estribillo que se pegue fácil al oído. Y las cuartetas hiladas para un popurrí
que llegue y te mantenga en vilo hasta la siempre sentida despedida.
Ese
universo de pentagramas que meterán las letras, esos “hombres orquesta”, los
músicos, al típico soniquete del tres por cuatro. El repertorio irá tomando
forma y vida, cuando las cuerdas de las guitarras pongan su voz tan particular
mediante esos sonidos en formas de “quejido” y “punteados”, no hay
sonido tan celestial como el oír hablar
a una guitarra, lo que expresan las manos sobres sus cuerdas… arte y
sentimiento encontrados. Y el son y
compas que remata el pentagrama para la letra, el de la caja, el bombo y los
platillos.
El
universo al que el resto de la murga, a
todo lo anterior pondrán voz, vida e interpretación. Veinte minutos de
repertorio para defender en las tablas del templo, veinte minutos para… no
sabemos, el tiempo y el jurado dictaminaran.
Ese
universo, de coloretes, de serpentinas, disfraces y tipos, turutas, ¡bendita
turuta!, o “pito”, que nunca se pierda su uso.
Universo
con sus particulares Dioses carnavaleros, a los cuales nunca se debe olvidar,
porque de este modo se mantendrán siempre vivos en nuestra memoria y en la fiesta.
La
guitarra, el desparpajo y el arte de Carlos Ruperto. José Carlos y el compas de
su bombo. La gracia, la picaresca de José Tomás, “cara huevo” y “Calín” poniendo
siempre su sello a esta murga tan celestial, a la que ellos siguen diciendo que
“el nombre da igual”. Y en las letras nuestro eterno “capitán”, Pablo Julio, el
capitán de nuestro carnaval. Y seguro que tantos y tantos murgueros a los
cuales hoy no menciono, que ya nos dejaron, pero que también pertenecen a esta murga
tan celestial, y, a la que tanto debe
nuestro concurso y el carnaval, que nunca mueran en nuestra memoria estos
murgueros.
Ese
universo de local de ensayo, de nervios, de risas, también de enfados.
“Llegamos o no llegamos”. “Como va el escenario”. ¿Está el tipo?; ¿Hay que
hacerle algún ajuste?. Se repasa el repertorio, se hacen los ajustes, se la da
un último ensayo… ¡Ya!, queda cerrado…
De
aquí a la hora de la verdad, al templo, el teatro. Permitirme de nuevo que sea
su voz , de este día y en este especial rito.
Las
puertas están a punto de abrirse. Camerinos que encierran nervios, en las
paredes se palpan esas voces guardadas. Hay como una neblina y ese olor tan característico
que desprende la laca y las pinturas de los maquillajes. Los tipos colgados en
perchas parecen salidos de cuento, a la espera de cobrar por fin vida. Silencio
tenso. Maquilladoras con ese pequeño ejercito de pinceles que pasean las pinturas
por las faces de los murguer@s, como si se tratara de un cuadro y van dando vida
a la máscara del tipo. Peines y laca que viajan a las pelucas a donde requiere
el tocado del tipo. ¡Se cae un bote!, que rompe ese silencio de tensión y
concentración. Alguna risa suelta. Toca ponerse el tipo, ajustarlo, se coloca
la chaqueta bien a los hombros, la peluca y el gorro, ¡la capa, va bien así!.
Nervios. La emoción sube por momentos. La sala de máquinas de la murga afinan
las guitarras. Repique de nudillos sobre la caja. Voces que se afinan. ¡Suena
el golpe del bombo!, ¡¡estamos!!.
En
el pasillo de camerinos se canta la presentación y un pasodoble. Se van
compactando las voces. ¡Todo perfecto y afinado!. Llega la hora. Al escenario…
Fuera,
en la calle todo es expectación, nervios, comentarios, especulaciones… Hay
ambiente, aunque sea el primer día y preliminares. En la puerta del teatro, se
junta la ciudad que espera el concurso y la otra que de momento mira y vive
ajena en su día a día al carnaval,
siguen a lo suyo. Y por fin se abren las puertas…
Dentro
en el escenario la tensa espera, nervios, corazones al borde de la taquicardia,
y el bombo que calienta el ambiente… Pero antes que la regidora de la voz,
quería dar las gracias por permitirme de nuevo cruzar ese umbral, y escribir
desde ese espacio intermedio, desde mi universo mitad realidad, mitad fantasía
y sentimientos, pero siempre desde mis conocimientos y respeto hacia vuestro
gran universo, el gran templo, el teatro, nuestro carnaval y nuestra ciudad.
¡Llamada
de la regidora!, Todo está consumado. ¡Mucha mierda!. Suena la frase esperada
¡¡VA TELÓN!!…
Mucha
salud y mucho Carnaval.
Que
disfruten y sean felicites.
Ángel
Cordero.
Siempre con elegancia y mucho arte.Que buen comienzo de carnaval
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